Amnesia y felicidad cívica
 
Si es verdad, como dicen, que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, parece no sólo saludable sino muy aconsejable que los pueblos olviden su historia y la vayan repitiendo en un bucle que, sin fin, facilite el trabajo a futurólogos, apostadores profesionales, originales de postín e innovadores científicos y sociales, porque si más vale malo conocido que bueno por conocer, lo bueno conocido tiene que ser, y yo lo digo por experiencia, la hostia. Los que tenemos la experiencia de haber conocido lo bueno, sabemos de sobra lo desagradable que es probar lo malo. Si no tuviera un jamón de pata negra de bellota en la despensa, no me sabría tan horrible el jamón serrano del pryca que me dan de comer cuando voy a entregar a Diagonal, a no ser, claro está, que lograra acceder a un estado de amnesia transitoria en lo referente a los perniles que no enturbiara mi felicidad al meterme dos raciones de jamón del malo en el coleto. Si lograra olvidar las cosquillas que hacen las espinas dorsales de las angulas en mi paladar, podría disfrutar hasta el orgasmo comiendo la masa plástica de las gulas mientras, una vez borrado de la memoria José María Pemán, leo Diagonal.
El recuerdo del pasado es un obstáculo a nuestra felicidad presente, independientemente de que ésta sea individual o colectiva. La memoria del pasado constituye una de las mayores tramas contra el principal eje de nuestra civilización, la comercialización fraudulenta del sucedáneo. Evocar las sonrosadas mejillas, dulces y al tiempo picantes, de un tomate pleno de aroma y carne y ausente de gorda y rugosa piel, es un cruel atentado oral contra nuestra boyante industria agraria del mar de plástico, y entrar, para justificar el atentado cruel, en maniqueas acusaciones de sucedáneo fraudulento recuerda a las absurdas discusiones para averiguar quién ha matado a quién. ¿Y a quién interesa una vez que se ha producido el asesinato averiguar quién ha matado a quién, sino al revanchismo historicista que concluye, como si hubiera una relación lógica, que el que mata es un asesino?
Mientras tanto surgen absurdas y temerarias polémicas sobre el destino final de los papeles del archivo de Salamanca, esos papeles que como cualquier pretendido recuerdo objetivo contribuyen a nuestra infelicidad como personas y consumidores. En vez de pelearnos por los papelitos de marras, deberíamos, siguiendo el ejemplo de Bush en Iraq, hacer una hoguera que, dado que el agua pasada no mueve molinos, no podrán sofocar ni los bomberos de Craso.
Carlos Plusvalías
 
 
Impresiones de un señor de derechas
martes 14 de junio de 2005