Un cambio necesario
 
Si como reza el refrán, nunca llueve a gusto de todos, un gobierno democrático debe emprender las pertinentes reformas para que cuando llueva sea al gusto de todos o para que, al menos, llueva al gusto de la mayoría que expresa sus preferencias climáticas por los cauces regulados del estado de derecho.
Si como reza el refrán, nunca llueve a gusto de todos, una de las prioridades de un gobierno democrático debe ser emprender un cambio climático que conduzca a la confluencia de las necesidades del tejido productivo del país y la voluntad del pueblo soberano mayoritariamente expresada en las urnas, a la hora de determinar cuando debe llover y cuando no, y en qué medida, horario, estado físico e intensidad deben producirse las precipitaciones. Ese cambio climático, absolutamente necesario para acabar con la tiranía y extender la democracia a la meteorología, debe ser impulsado por todos los gobiernos legítimos pese a la insensata cerrazón de ecologistas y fundamentalistas científicos, pues es la esencia del ser humano, eliminada la duda de si debe coger un paraguas o no, la que está en juego.
Las posturas radicales llevan a la paradoja del absurdo: los principales oponentes al cambio climático propugnan de modo contumaz la modificación de las relaciones económicas, injuriando cerrilmente a las corporaciones que crean esa riqueza que tanto añoran para repartir –eso dicen– entre la totalidad de la población. Son las empresas –cacarean– las culpables de todos los males de la tierra y parte del extranjero. Las que roban, las que explotan, las que destruyen el planeta. ¡Como si el planeta sirviera para algo sin la presencia del hombre civilizado y su desarrollo empresarial!
Estos fundamentalistas de la sinrazón, nos llevarían de buena gana a la edad de piedra por defender una capa de ozono (digo bien: de ozono. Si al menos fuera una buena capa española de seda) en la que embozar su rencor al hombre blanco. Culpan a las emisiones de las buenas fábricas de las buenas gentes de los agujeros de su desharrapada capa, y las cerrarían para que todos tuviéramos que desplazarnos en carros tirados por vacas (verdaderas causantes, con sus ventosidades, del tan cacareado agujero).
Unos cuantos árboles no pueden parar el progreso de la humanidad, y si a mi tío le extrajeron un pulmón a causa de un cáncer, parece lógico que si este planeta está enfermo se le arranque el pulmón. Para evitar males mayores, el Amazonas debe ser talado. El calentamiento del planeta, será bien recibido por los sin hogar y por la mayoría de la población que prefiere el sol al frío.
Carlos Plusvalías.
 
 
Impresiones de un señor de derechas
lunes 25 de abril de 2005